Friday, June 01, 2007

UN CINE DIGNO


Fui a ver "La vida de los otros", película sobre la que hubo elogios unánimes por su nivel de calidad. Dió la impresión que una gran parte de gente (entre quienes me incluyo) tuvo así la ocasión para despertar de un letargo que amenaza con propagarse más y más en los cines, atacados por los peores virus.

Prácticamente todo nivela hacia abajo y las nuevas generaciones de espectadores creen que el cine es solamente eso. Ignoran lo que hay atrás y consumen más de lo mismo hacia delante, en medio de pochoclos y gaseosas donde además dan una peli. Justamente aquí, en el epicentro porteño y sus alrededores, donde por décadas se ha desarrollado el fino olfato necesario para seguir el mejor cine internacional. Ahora aparece esta brisa alentadora que vuela de boca en boca y nos devuelve la expectativa por correr a la mágica oscuridad de la sala esquivando la oferta callejera del DVD trucho a cinco pesos.


Una mera coincidencia quiso que yo estuviera allá, en la República Democrática Alemana en el mismo tiempo y espacio donde se desarrolla la película. Participé de un Congreso de Cine, fui invitado a reuniones sociales y homenajes a las víctimas del fascismo, pero también percibí señales confusas de una sociedad que me interesaba mucho conocer. Ahora veo esas señales recreadas con justeza y honestidad intelectual mediante la indagación profunda que propone el film. Sin embargo, con los dos compañeros argentinos que integrábamos el grupo no dejábamos de percibir entonces cierta apatía de parte de la gente. Arquitectura de kilómetros de monoblocks al estilo soviético rodeados de ese silencio propio de un aislamiento impuesto, que el del natural discurrir de la vida. Cámaras tipo " seguridad" asomando en lobbys de hoteles y salones. Cámaras que hoy nos son familiares aquí, pero por otras razones. Allá era inimaginable cualquier forma de delito común, sencillamente porque no existía tal cosa. Quiero ser preciso, dando fé que nosotros no abrigábamos prejuicio alguno sobre esa sociedad, al contrario había una disposición por comprender desde nuestra mirada, las consecuencias del cambio en un país que no mucho tiempo atrás era escombros y cenizas y que ahora se presentaba como la vanguardia del Eurocomunismo. Una especie de vidriera enclavada en el corazón de occidente. Pero había algo...lo hablábamos en aquel momento. No podíamos definir esa apatía de la que sólo trajimos un vagaje de señales dispersas al mirar con la mayor profundidad posible actitudes o registrar pequeños diálogos mediante voluntariosos traductores. Después, una fugaz visita al Muro visto desde una "Unter den Linden" quieta y silenciosa como una fotografía. Más atrás la Puerta de Brandenburgo y una bandera de la República Federal flameando a lo lejos.
Ahora, después de más de 20 años el cine me dá la oportunidad de incorporar aquella experiencia personal a éste verdadero manifiesto artístico, revelador y a la vez sombrío, que nos habla de una intrincada red de delatores esquistada hasta en el propio nivel familiar y en proporciones angustiantes. Eso nos lleva a entender que los primeros crujidos habían comenzado y que en poco tiempo la historia daría un paso gigantesco hacia un cambio inimaginable, que hoy es para muchos incertidumbre y para otros amarga derrota. En lo estrictamente cinematográfico no tengo más que agradecimiento al jóven director que desnuda crudamente esas realidades arribando a un final de aquellos que perduran en la memoria. Atesoraré la imagen del temible ex agente de inteligencia saliendo dócil como un pájaro de su nueva y humillante tarea cuando se entera que el muro está cayendo. Se había abierto una ventana, una promesa hacia la libertad de un hombre que bien puede interpretarse como la parábola del poder perdido a través de su propia toma de conciencia. Una ecuación muy compleja que pronto, se revelaría como una formidable lección de la historia. Y una película que nos devuelve la emoción, ese nudo en la garganta que vos, amante del cine como yo, conocés muy bien.