Thursday, April 20, 2006

WOODY ALLEN CON POCHOCLOS

No sé bién que me pasa con "Match Point", la última película de Woody Allen. Es, de las suyas, la que más público convocó en sus primeras semanas de exhibición y la crítica la halagó en forma unánime poniéndole la mayor cantidad de estrellitas, cornetitas y otros íconos. Hasta mi viejo amigo Patricio (que se detuvo en la "Nouvelle Vague") la fue a ver y me llamó entusiasmado. Yo fui el mismo día del estreno pero salí con dudas : me pareció "otro" Woody Allen. El conflicto básico de la película lo ví planteado como una telenovela de lujo, musicalizada con hermosas areas de óperas, reiteradas melodramáticamente. Todo realizado en un tono brillante pero frío y hasta diría, quizás exagerando un poco, que algún otro director con oficio y cierta dosis de talento pudo haber hecho algo similar, ecuación irrespetuosa que jamás se me había ocurrido en toda su filmografía. También extrañé el jazz...y hasta Nueva York!


Evoco "Manhattan", "Dos extraños amantes", la fantasía de "La rosa púrpura del Cairo", la intimidad de "La otra mujer", los claroscuros de "Maridos y esposas" ó "Hannah y sus hermanas" y así una larga lista que sería ocioso citar, aunque no puedo evitar la comparación con "Crímenes y pecados", porque allí hay puntos de contacto con "Match Point". Pero mientras aquella me impresionó en su amarga reflexión, ésta me creó distancia, no me involucró.

Que te pasa Rubén?...te estás poniendo nostálgico como tu amigo Patricio, el que se detuvo en la "Nouvelle Vague"?, o acaso te molesta que el neoyorkino explore otros estilos?... o lo que sería peor, te incomode compartir el selecto clan de iniciados con públicos más amplios! . Quizás, más piadosamente , pueda pensarse que te predispuso mal el ruido que hacía una pareja joven comiendo pochoclos a tu lado mientras se proyectaba la película de uno de tus más admirados directores de cine.

Saturday, April 01, 2006

TRAFFIC

Bastó una rápida mirada por el espejo para saber que el coche que tenía atrás estaba manejado por un imbécil. Era una mañana de domingo, cuando la ciudad está tranquila y la calle Brasil se libera de esa jauría de colectivos que la asolan durante la semana. El tipo se pegó innecesariamente a la cola de mi auto y previo bocinazo dibujó una "ese" corta sin atinar a pasarme. Llegando a la esquina de Perú doblé y él hizo lo mismo, pero acelerando y casi rozando mi lateral en una maniobra tan provocativa como inútil, mientras me hacía gestos como indicándome "que me corriera". Pelo amarillo y anteojos espejados, tripulaba un Renault 12 azul muy opaco que calculé modelo setenta y pico. A mi lado iba mi hijo Diego (casi 1,90 y físico con mucho gimnasio pesado) , que no percibió nada mientras leía tranquilamente el diario. Cien metros más adelante se ponía rojo el semáforo de Avda. Garay. El Schumacher de bofe frenó de golpe y unos segundos después llegué yo parando un poco más adelante, en el otro carril. Miré por el espejo del costado y ví que me seguía haciendo gestos ampulosos, mientras aceleraba en seco una y otra vez. Fue espontánea y en cierto modo curiosa mi reacción, ya que la experiencia en la calle insensibiliza, pero lo cierto es que bajé el vidrio y asomándome le grité : ¿ Pero qué te pasa estúpido, qué querés ? !... El tipo salió del auto como leche hervida y dando un portazo avanzó hacia mí con paso ganso dispuesto a mandarme a terapia intensiva, mientras yo abría mi puerta y Diego bajaba de un salto por el otro lado. Ahí Schumacher tomó conciencia que éramos dos o más ( porque Diego se puede contar casi doble), y entonces privilegió el instinto de conservación . Ya sin dirigirse a mí y como blandiendo repentinamente la bandera blanca , atinó a decirle a Diego, como leve reproche, "que yo le estaba tapando el paso ". Diego, piadoso, extendió su brazote en son de paz diciéndole con tranquilidad que "estaba todo bien". Una cuadra más adelante nos cagábamos de risa mientras veíamos como se alejaba el viejo Renault azul, a cuyo volante se encontraba uno de los miles de pelotudos que transitan a diario ésta peligrosa ciudad.

Dedicado a Roberto Fontanarrosa